Peleemos por el Pueblo

“¡Ánimo! Luchemos con valor por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios. ¡Y que el Señor haga lo que bien le parezca” 1º. Crónicas 19.13

El sol ardiente irritaba las arenas del desierto al Este del Jordán. Tres ejércitos movilizados, miles de soldados, armas de guerra, carros de batalla, fornidos corceles, hombres rudos y feroces, la utilería estaba servida. 

Amonitas, Sirios y por supuesto Israelíes. Lo que comenzó como un acto de cortesía, culminó en una guerra (1º. Crónicas 19.1-5), cuántos conflictos han comenzado así. David era el rey de Israel, se marcaba una nueva temporada para la nación. Tiempos de prosperidad y celebración, muchas guerras, todas ganadas, este rey con el corazón conforme al Señor acostumbró a su nación a una sola cosa, una sola opción: GANAR BATALLAS, RECOGER BOTINES DE GUERRA, MUCHA MÚSICA Y DANZA.

Los Amonitas lanzaron la primera piedra, David reaccionó, la guerra era inevitable. En Amón se reunieron tesoros y se compraron soldados, y así entraron los Sirios en la página. El escenario estaba listo, se abre el telón, Amón y Siria versus Israel, tiempo de guerra otra vez.

El comandante del ejército de Israel era Joab hijo de Sarvia. Experto en guerra, implacable, contundente. Su hermano Abisay era el segundo al mando. El Rey los envió a solventar la situación, ellos, todos ellos tenían una reputación incuestionable: guerreros valientes expertos en la batalla. 

Joab cruzó el Jordán y tomó posición para la batalla. Amón, salió de la ciudad y se puso al frente de la misma, la defenderían a muerte. Los mercenarios Sirios también tomaron su lugar a la retaguardia de Israel. Israel estaba rodeado de adversarios, no sería una batalla fácil, los tres ejércitos sabían estudiar a su enemigo, tenían suficiente experiencia para aprovechar un mínimo descuido, un ligero parpadeo sería letal. Como exacerbante eran dos contra uno, Amón y Siria contra Israel, situación crítica y había mucho de por medio. Los hijos de Sarvia, primos de David, dialogaron sus opciones. Joab tomó su decisión. Abisay enfrentaría a los amonitas al frente, Joab, seleccionaría a los mejores guerreros para enfrentar a los Sirios en la retaguardia. La decisión estaba tomada, la pelea como siempre sería a muerte, el comandante sabe que no existe el mañana. Con mirada firme y actitud de mando respiró profundo mientras una brisa cálida cruzaba el campamento, sus soldados empuñaban armas, una nube de arena colisionó con sus rostros, era el momento, no hay margen de error, todo o nada, la nación estaba de por medio, entrega total, a sangre, a muerte. Joab volvió su mirada a su hermano, este lo vio directo a los ojos, un ligero movimiento de afirmación con la cabeza fue suficiente, Joab se volvió a sus soldados, estos esperaban las palabras que encienden la locomotora, las que impulsan la maquinaria, la chispa que enciende la antorcha. Expectantes miran a su líder, lo admiran, saben de lo que es capaz, han peleado con él antes y ahora están listos para poner su vida en sus manos de nuevo.  Son hombres de batallas, ellos saben que para unos será la primera, para otros la última, y para algunos ambas cosas. Joab lanzó su mirada a las tropas, con ellos no debe titubear, ellos saben olfatear a un líder, reconocen esa dinastía y la respetan. En el comandante había firmeza, furia, temple y por qué no, algo de temor, es la mezcla que forma a los valientes, los que portan la medalla de guerra justo al lado de sus cicatrices. Respiró profundo y  su voz retumbó en el vasto desierto, golpeando las montañas de Amón: “¡Ánimo! Luchemos con valor por nuestro pueblo y por las ciudades de nuestro Dios. ¡Y que el Señor haga lo que bien le parezca” 1º. Crónicas 19.13

¿Qué sucedió en el campamento?… Jamás lo sabremos… pero si sabemos que ganaron. No pudieron contra Israel, no pudieron contra Joab y Abisay hijos de Sarvia, no pudieron contra los guerreros de Israel, no vencieron al Rey David, pero en realidad no pudieron contra el Dios de ellos, Jehová de los ejércitos.

Ahora llegó nuestro turno. Nos asechan nuestros  propios ejércitos enemigos, acampando en las arenas de la vida. Nos rodean furiosos ejércitos de crisis económica y enfermedad al frente, lanceros certeros e inescrupulosos apuntan al matrimonio, nos persiguen los gigantes de guerra crueles y fornidos de la depresión. Diestros arqueros con saetas envenenadas apuntan directo a nuestros pensamientos, invasores despreciables en el hogar. Rodeados, superados, amenazados, perturbados llegamos al campo de guerra, considerando nuestras opciones tomamos la decisión, no hay otro camino debemos pelear, lo haremos con fe y será de inmediato. No hay mañana, solo una vida sobre esta tierra y hay que vivirla al máximo, por lo tanto empuñamos la espada y desde lo más profundo del alma gritamos:

“¡Ánimo, luchemos con valor por nuestro pueblo…si  Dios le dio la victoria a los hijos de Sarvia y a David, Él nos dará la victoria a nosotros, Él le dará la victoria a su pueblo otra vez.”

Hasta pronto, te veo en el campo de guerra.

Carlos Navas - Movimiento AVIVADORES

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